Si la envidia es un pecado, deja que me condene.
Graham nació para ser una estrella.
Hace mucho tiempo atrás, esa estrella brillaba solo para mí.
Ahora, tengo que compartirlo con el resto del mundo.
Por un tiempo, pensé que podría hacerlo. Porque, bajo la sonrisa hipnótica, el cuerpo espléndido y el encanto dado por Dios que lo hizo famoso, podía vislumbrar a mi mejor amigo. Al chico que me llamaba luz del sol y me amaba.
Usaba ese amor como una corona... hasta que él la colocó en la cabeza de otra.
Perderlo fue una agonía, la distancia se sintió como la única cura.
Cuando la tragedia nos reúne después de años de estar separados, solo se necesita una caricia para borrar el pasado.
Simplemente así, me encuentro de regreso en sus brazos.
Él promete que esta vez será diferente. Pero tengo miedo de creerle.
Porque detrás del brillo cegador de su estrella, hay una oscuridad que no quiere soltarlo.
Sé que una estrella tan brillante no puede pertenecerle a una sola persona, pero mi corazón celoso no quiere compartirlo.
Quiero todo de él... incluso si lo que no me pertenece, me lleva a la ruina.
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