Soy bueno consiguiendo lo que quiero.
Siempre ha sido así. Hasta que llegó ella.
Es un metro setenta de pura belleza, toda faldas y blusas ajustadas; y me odia.
Mi llegada al bufete de abogados ha hecho descarrilar su plan de volverse socia de este, pero no es mi culpa ser siempre el centro de atención, sin importar adonde vaya.
Cuando nuestro jefe nos pone en un mismo equipo para resolver un caso especialmente complicado, comienza la competencia.
Es terca, lista e impredecible.
Y me encanta. Algo me dice que a ella también.
Pero es la fruta prohibida.
Y lo único que quiero hacer es darle un mordisco.
No habrá vuelta atrás si lo hago. Es amor o mi futuro.
O tal vez haya alguna manera de conseguir ambas cosas.
Y si hay, haré lo que sea para tenerlas a las dos.
Incluso romper sus reglas.
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